Cada vez menos sufridores

El Gran Canaria registra por primera vez en el curso una entrada inferior a los 20.000 espectadores (18.734)

El público, muy desconectado, deja sus primeros pitos al equipo

Momento en que David López marca el primer gol del Girona en el minuto 26 de la primera parte del choque de ayer.

Momento en que David López marca el primer gol del Girona en el minuto 26 de la primera parte del choque de ayer. / JOSÉ PÉREZ CURBELO

Corría el minuto 83 de partido cuando de forma llamativa, no porque fuera una sorpresa sino porque no había sucedido en toda la temporada, una parte del público pitó al equipo en el enésimo pase hacia atrás cuando la UD perdía por 0-2 y no generaba peligro en la portería de Gazzaniga. Fue entonces cuando Moleiro se activó, cogió la pelota, avanzó hasta perfilarse y la golpeó con violencia en busca del gol, pero se estrelló en el larguero. A partir de ahí, Las Palmas se fue hacia arriba y mereció al menos un tanto, pero el caso es que hubo de necesitar nuevamente un toque de atención, esta vez de la grada y no del presidente, para espabilar.

Y de repente, el cuadro amarillo volvió a demostrar que cuando pone intensidad y mira hacia arriba, es capaz de generar peligro. Después del trallazo del tinerfeño, una buena acción colectiva terminó con un disparo cruzado de Benito que se fue fuera, a la izquierda del guardameta, por pocos centímetros. Luego, Munir, con un remate a bocajarro, estuvo a punto de poner el 1-2, pero el portero argentino, que había detenido ya un penalti a Sandro con la cara, se mostró acertado para impedir el tanto. De alguna manera, cuando la UD tiró de orgullo dejó sus mejores minutos, y no sólo con empuje, sino también con juego.

El termómetro del público nunca falla. En los 16 partidos anteriores en el Gran Canaria la gente no había mostrado queja alguna; era normal, pues el equipo dio mucho más de lo que esperaba todo el mundo a principios de curso y logró la salvación virtual con su triunfo frente al Valencia en la segunda semana de febrero. Fue la última gran alegría.

El Almería

Ni siquiera la caída en casa frente al Almería de Jonathan Viera y Pepe Mel, equipo descendido a Segunda División esta misma jornada y que no había ganado un sólo partido ni lo ha vuelto a hacer, provocó la crítica visible de la grada. Tampoco la derrota de hace un par de semanas ante el Sevilla, seguramente porque la gente entendió que ganar el duelo cuando debía afrontarlo con un jugador menos –por la expulsión de Coco– durante la mayor parte del tiempo era poco menos que una misión imposible, y porque además el equipo dio un paso al frente en la segunda parte y dominó.

Los jugadores amarillos se activan tras el toque de atención y crean tres ocasiones de gol claras en el tramo final

Lo de ayer, sin embargo, fue diferente, porque si bien Las Palmas mejoró mucho con respecto al ridículo que hizo en Balaídos (4-1), cosa que no era difícil, evidenció nuevamente sus problemas en ataque, el punto más débil de un equipo que logró el objetivo antes de tiempo a base de rentabilizar los pocos que metía porque apenas encajaba. Cuando empezó a hacerlo, las carencias comenzaron a salir a la luz. Los amarillos parecieron resignados, impotentes, y el público recriminó la actitud.

Al menos los jugadores lo entendieron y se olvidaron de filosofías e ideas para ir hacia arriba en busca de un gol que le metiera en el partido. No lo marcó, pero ocasiones tuvo.

Quedan dos partidos en Siete Palmas, uno en jueves, ante el Betis, y otro intrascendente frente al Alavés

En cualquier caso, la sexta derrota consecutiva supuso una muesca más en la caída libre de la UD en los últimos meses. El triunfo del Alavés le hizo caer un puesto más en la tabla y ya es decimocuarta, lejos de aquel octavo puesto que luego se demostraría era irreal. Una pena, tal y como expresó García Pimienta, pero Las Palmas se ha empeñado en que esa sea la sensación que deja en el final del curso.

Por primera vez en toda la temporada la afluencia de espectadores bajó de 20.000. Ayer estuvieron en el Gran Canaria 18.734, lo que da muestra de que, más allá del horario y del sol que golpeaba en tres de las cuatro gradas, la afición se ha desconectado.

Por delante quedan cinco partidos para que el sabor de boca sea acorde al éxito de la temporada, que no era otro que garantizar un curso más en la máxima categoría. Sólo dos de ellos serán en Siete Palmas, pero uno en jueves ante el Betis, y el otro, frente al Alavés, aún no se sabe cuándo, pero ninguno se jugará nada y podría ser un viernes o un lunes, apartado de los focos. Quizá ahí acudan menos todavía.

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