Opinión | Mirando despacio

El reloj de arena

El reloj de arena

El reloj de arena

Recuerdo con nostalgia aquellos juegos de mesa de la niñez, aquellas tardes de domingo eternas en las que el dado y el reloj de arena se convertían en protagonistas. Jugábamos con el azar y jugábamos con el tiempo, ¿acaso la vida no va de eso? Cuando todo quedaba en silencio, recuerdo observar con sumo interés la caída de los granitos de arena una y otra vez, una y otra vez. Me maravillaba girar los pequeños envases de vidrio hasta que mi madre me sacaba de mi ensoñación haciéndome caer en la cuenta de que estaba perdiendo el tiempo… Ahora sé que nunca he sido capaz de manejar mi tiempo como en aquella época infantil, nunca he sido tan dueña de mi tiempo como en aquellas tardes en las que intentaba contar granos dorados al atardecer…

Aldous Huxley en su novela La isla presentaba unos periquitos parlanchines que repetían una frase recurrente a modo de mantra. Los pájaros eran entrenados para recordar a los isleños las palabras mágicas: «Atención, aquí y ahora». Los niños no necesitan periquitos, no necesitan recordar que deben estar presentes. Ellos son capaces de sumergirse en cualquier juego o actividad sin pasear por el pasado o el futuro. Son capaces… hasta que algún adulto viene a llevarlos de vuelta a la realidad, realidad que suele estar relacionada con expectativas del progenitor a corto o medio plazo.

Entonces crecemos, maduramos y en ese proceso de «evolución» perdemos el cinco del dado. No encontramos la casilla de salida; nos comen las prisas, los horarios nos impiden avanzar. Roja, amarilla, azul o verde, cada ficha es una nueva oportunidad. El camino parece sencillo pero pretendemos contar diez antes de llegar a la meta. Nos damos cuenta de que no somos dueños del dado, que tropezamos una y otra vez en la misma barrera… esa barrera que algunos llamamos tiempo.

Coaches, psicólogos, terapeutas y hasta eslóganes nos aconsejan cómo podemos ganarle al tiempo; organizar la agenda, priorizar lo importante, dedicar momentos a uno mismo… Lo que nos lleva a atiborrar las semanas para cumplir con nuestras obligaciones, disfrutar del ocio, cuidar de los nuestros, por supuesto, sin olvidar prestar atención a todas nuestras necesidades. Sin duda, seguimos sin entender el sentido de la palabra «prioridad». Uff, competir con el reloj puede ser una mala práctica, es posible que se presente como el más duro de los rivales. Eckhart Tolle en El poder del ahora arroja un poco de luz sobre este juego de rol, este juego en el que debemos complacer a todos nuestros personajes, en el que el ego grita Bingo cuando consigue tachar todas y cada una de las casillas de nuestro cartón de actividades. La clave del autor resulta sencilla y compleja a la vez; se trata de centrarnos únicamente en el ahora… ya nos lo decía el periquito.

«Ahora» se nos presenta como el superhéroe que viene a rescatarnos. Ahora no tiene mente, sólo tiene presencia. Ahora nos libera de los miedos del futuro y de los lastres del pasado. Ahora nos traslada al momento presente donde desaparece el talante egotista y empieza a brotar la alegría dentro de nuestro Ser. Cualquier actividad que desarrollemos bajo esta actitud de silencio mental será la única importante en ese instante y por tanto la disfrutaremos como un niño. Quizá sea el momento de recuperar el reloj de arena, de recuperar esa mirada infantil y comenzar a disfrutar la vida grano a grano.