Patrimonio | Guacimara Delgado Quintana Arquitecta

Guacimara Delgado Quintana: «En el solar norte de la catedral tenemos el kilómetro cero de la ciudad»

Arquitecta de profesión, su máster en Arqueología y Patrimonio le ha permitido llevar su profesión más allá para intervenir en espacios que forman parte del patrimonio y de la Isla. Entre los proyectos en lo que trabaja está la recuperación del solar norte de la catedral, un espacio de cerca de 600 metros cuadrados que encierra más de cinco siglos de la historia de Las Palmas de Gran Canaria.

La arquitecta Guacimara Delgado en el solar de la zona norte de la catedral de Las Palmas de Gran Canaria.

La arquitecta Guacimara Delgado en el solar de la zona norte de la catedral de Las Palmas de Gran Canaria. / J. PÉREZ CURBELO

José A. Neketan

José A. Neketan

¿Qué tienen en común la Arquitectura y la Arqueología, sus dos campos profesionales?

Son dos disciplinas distintas que confluyen en el ámbito del patrimonio cultural, tanto en la parte construida de los yacimientos arqueológicos como en el patrimonio inmueble (edificaciones históricas) con valor histórico, arquitectónico o etnográfico. En este marco es donde ambas disciplinas tienen mucho que compartir en cuanto a técnicas de estudio, interpretación de espacios y la naturaleza de los materiales, por ejemplo.

Usted forma parte del equipo que trabaja en la recuperación del solar norte de la catedral.

Sí. Colaboro apoyando la labor de la empresa Tibicena Arqueología y Patrimonio, y me encargo de la parte arquitectónica, que, por otro lado, es la que menos relevancia debería tener en ese espacio. En los proyectos en lo que yo trabajo la arquitectura pasa un poco desapercibida porque lo que se intenta es que cobre protagonismo lo arqueológico, y está todo como muy vinculado. La arquitectura siempre se intenta llevar como a un segundo plano y es como un medio para dar apoyo o para dar cobertura a una serie de equipamientos, pero que van vinculados al uso siempre relacionado con el patrimonio arqueológico.  

¿Qué se pretende hacer en ese espacio?

Lo que se pretende hacer en el solar norte no es tanto construir nada, ni un edificio ni nada vinculado a la catedral, sino albergar un uso complementario a lo que serían los restos arqueológicos que están en ese lugar. Por eso digo que en este caso yo estaría como en un segundo plano, porque lo que cobra más interés es la parte arqueológica y, por tanto, el equipo de arqueólogos y de museografía tiene más relevancia que la parte arquitectónica. 

¿Cuando visitó la zona qué sensación le produjo ver es espacio?

La verdad es que fue como ver que tenemos ahí el kilómetro cero de la ciudad. Es verdad que el estado en el que se encuentra ahora mismo es muy complicado de entender por la ciudadanía y por mí incluso, si no tienes a nadie que te vaya dando pautas de lo que hay ahí. Como son muchas capas las que están superpuestas, es complicado entender lo que sucede porque hay muchas épocas superpuestas, está la iglesia del Sagrario y demás. Vamos, que hay muchísimas cosas que pasan en un espacio muy reducido, y encima está a cielo abierto, por lo cual ves la catedral y todo un entorno, y la verdad que es un sitio muy interesante para que la gente lo conozca.

«Hay lugares que se rehabilitan pero luego no se sabe muy bien para qué se ha hecho ese trabajo»

En el caso de intervenir en la zona norte ¿qué papel jugaría ahí la arquitectura?

Es un tema bastante delicado porque para cubrir un espacio de esas dimensiones, evidentemente la cubierta va a suponer un impacto por la superficie que tiene. Lo que pasa es que es verdad que se ha intentado desde la propuesta que hemos llevado a cabo que sea lo mínimo. Y ahora mismo estamos dándole también una vuelta a ver si podemos minimizar más aún ese impacto. Pero la realidad era que la arquitectura iba a estar al servicio de un uso concreto, que es el arqueológico, y de musealizar unos espacios. De hacer que sea visitable, además de seguro y accesible. Realmente la arquitectura aquí se ciñe a albergar un uso y dar unos servicios mínimos.

¿No tiene la sensación de que a la hora de rehabilitar, en ocasiones, prima la arquitectura sobre la arqueología?

Claro. También depende del carácter que se le quiera dar a los espacios. Por ejemplo, en el caso del Castillo de la Luz era una intervención arquitectónica, lo que pasa es que se supo equilibrar bastante bien con los restos arqueológicos. Creo que es una intervención bastante acertada en cuanto a equilibrio entre ambas disciplinas porque lo normal es lo que te comentaba, que se dejen los restos arqueológicos encerrados en un sótano y se construye, se sigue con el proyecto de ahí hacia arriba, no solo aquí, sino también en montones de ciudades de la península y de Europa. También es verdad que no todo hay por qué conservarlo. Debe haber una correcta gestión y planificación de los espacios que nos dé pistas de qué conservamos y qué no, porque quizás no todo está para exponerse.

¿Somos conscientes de la riqueza arqueológica y arquitectura que tenemos en la capital?

Creo que cada vez lo somos más porque hay un creciente interés por visitar todos los espacios que tenemos. La verdad es que son muchos los que afortunadamente podemos visitar, tanto arquitectónicos como arqueológicos, pero hay que seguir trabajando para concienciar a la gente de que hay que mantenerlos. Que hay que pagar unas entradas. Todavía hay mucho que hacer, como en las grandes ciudades europeas. Ahí nos falta recorrido, pero creo que vamos poco a poco.

«Estoy a favor de cobrar entrada en espacios recuperados porque no se mantienen solos»

¿Entonces está a favor de cobrar la visita a ciertos lugares?

Sí porque las cosas no se mantienen solas. Ya hemos hablado muchísimo de que las administraciones realmente no llegan a mantener esos espacios. Se hacen muchos proyectos y después no se establece un plan de mantenimiento, por lo que hay que buscar otro tipo de modelo de gestión, quizás mixta o similar. Hay que buscar herramientas para que si se crea un nuevo equipamiento, por ejemplo, un yacimiento, eso necesita después un plan, no solo de excavarlo y ya está, sino un plan de mantenimiento. Entonces si es a través de cobrar una entrada simbólica a 3 o 5 euros, pues me parece fantástico con tal de que después eso se mantenga en condiciones óptimas para las visitas. 

¿No le da la sensación de que se podía aprovechar más los espacios que se van recuperando?

Por eso te lo comento. Es decir, se rehabilita un inmueble pero no se hace para un uso determinado, sino que parece que se rehabilita por rehabilitar. O sea, en el caso del Castillo de la Luz es un concurso, en el del Castillo de Mata, como sea, también se arregla, pero luego no se hace con un programa definido. Por eso te decía que en el solar norte de la catedral es al revés. Aquí parte todo de un programa muy claro y muy definido y lo que se quiere hacer con ese espacio. El Castillo de la Luz parece que se rehabilita pero no se sabe muy bien para qué. Después se intenta meter ahí una cosa, otra cosa, y no se sabe muy bien cuál es su uso y luego nada encaja. Realmente, si camina todo en paralelo, después las cosas fluyen solas, pero cuando se rehabilita un edificio porque sí, sin pensar para qué, después encajar ese uso es realmente complicado porque igual no queda bien, los recorridos no tienen sentido o cuando la gente lo visita no entiende lo que está viendo. Entonces yo creo que a lo mejor en el Castillo de Luz lo han conseguido con la Fundación Martín Chirino, pero lo que es en el Castillo de Mata no se ha conseguido. Sigue estando pendiente esa función, porque la verdad es que tiene mucho potencial pero para las visitas no tiene mucha lógica.

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